La audacia de Basaglia

El 29 de Agosto de de 1980 falleció repentinamente  a los 56 años de edad el psiquiatra italiano Franco Basaglia víctima de un tumor cerebral. Basaglia, líder carismático de la transformación de la asistencia psiquiátrica italiana y europea desde su trabajo en Gorizia y en Trieste, viajó pocas veces a España. Tengo contabilizadas 5 visitas. Casi todas entre 1973 y 1980. La última visita fue en Gerona, en unas jornadas sobre Internamientos Psiquiátricos donde tuvo un cierto desencuentro verbal con nuestro psiquiatra rojo del momento, Carlos Castilla del Pino. NO podía ser de otra forma. Dos caracteres tan antagónicos no podían sino enfrentarse a las primeras de cambio. No se hablaba de cuestiones baladíes. Se hablaba de «los crímenes de paz» con los pacientes que denuncia Basaglia en los psiquiátricos abandonados.y por los que fue procesado y absuelto. Castilla, es estos temas era mas bien tibio. Basaglia, en estos temas, iba a cuchillo. He conseguido los discursos de ambos de aquel día de febrero de 1980. No tienen desperdicio. Los publicaremos en breve.

Al poco murió Basaglia y Carlos Castilla le hizo una reseña  para La Calle, una revista puntera de entonces. La necrológica de Castilla no es cariñosa ni respetuosa. Eso me gusta. Una necrológica, dice Espada, ha de ser una colección de recortes ya usados sobre la víctima. En ese sentido Castilla fue sincero. Dijo de Basaglia lo que pensaba, que sabía mas bien poco de clínica psiquiátrica pero que había hecho una carrera sobre la honestidad y la audacia para denunciar los abandonos de los pacientes graves. Nada malo hay en eso. Basaglia, buen fenomenólogo, abandonó pronto las Academias. Lo que hay de malo es describir un paralelismo entre Basaglia y el impostor Szasz, por ejemplo. Lo malo es acusarle de panfletario. Y lo peor es hacerle pasar por una cheerleader de los derechos de los enfermos mentales. Eso no son recortes. Son mentiras.

Por cierto, leyendo los discursos cabe la posibilidad de que en aquellas Jornadas de Salt Basaglia ya estuviese enfermo.

 

Les dejo el escrito escaneado:

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Terapéutica de la esquizofrenia

 

El tratamiento de la esquizofrenia tiene varios aspectos. El primero de ellos concierne al tratamiento farmacológico. En la actualidad constituye una gran irresponsabilidad, frente a la situación que el paciente suscita, la renuncia a la utilización de los fármacos neurolépticos. Es indudable el efecto sobre los síntomas del paciente, aquellos que parecen responder mas o menos directamente a la actividad patológica del sujeto. Los fármacos tiene una cierta acción sobre la inevitable tendencia autista y la caída en el autismo adiafórico, temible como indicador pronóstico.

 

 

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carlos castilla del pino, introducción a la psiquiatría, aut, 1992

The Big Pharma, la compra de la psiquiatría y Fuller Torrey

Tal vez porque no se haya escrito nada más claro, contundente y resolutivo al respecto merece la pena rescatar este artículo del psiquiatra Fuller Torrey que tradujeron los compañeros de la TxoriHerri, revista mítica donde las haya. Es importante que, al hablar de ciertos temas, las actitudes moralizantes queden al margen. No está bien hacer como el gato de Xavier Vidal-Folch, que canta sin cesar La vida no vale nada, pero que no deja de mirar si pisa bien para no caer cuando anda por balcones y cornisas.

 

La cotización actual de los loqueros.Las grandes compañías farmacéuticas y la compra de la Psiquiatría (2002)

 

 

El pasado verano conocí los chiringuitos farmacéuticos. Fue en Berlín, a donde había asistí con otras 4000 personas al VII Congreso Mundial de Psiquiatría Biológica. Hasta hace una década más o menos, en estos eventos las compañías farmacéuticas regalaban bolis o blocks con su logotipo, y la mayor parte de los conferenciantes presentaban datos y opiniones basadas verdaderamente en sus creencias científicas.

 

Todo cambió cuando aterrizaron las grandes compañías.  En el congreso conté hasta 15 grandes expositores en el camino hacia el comedor.  Entre ellos, un jardín artificial (Janssen-Cilag), un arroyo que corría sobre un lecho de piedra (Lundbeck) y una torre giratoria de más de 12 metros de altura (Novartis). Casi todos regalaban comida, camisetas y otros incentivos diseñados para hacer detenerse a los psiquiatras de modo que un ejército de representantes les soltaran su rollo promocional.

 

En el stand de Eli Lilly se podía pasar por dos grandes túneles montados en plan atracción.  En uno de los túneles, denominado “Zyprexa”, había una habitación con espejos de cuyo techo pendían docenas de teléfonos. ¿Quería así Lilly convencerme de que Dios me llamaba para recomendarme recetar Zyprexa?  El representante me aclaró que no, que los teléfonos intentaban ilustrar los problemas de comunicación habituales en la esquizofrenia, que según Lilly mejoran con Zyprexa.  En el otro túnel, llamado “Prozac” destacaba una criatura parecida a un ratón, de más de tres metros de altura, frente a una pantalla de televisión sin ninguna imagen.  Pregunté si era que Lilly recomendaba Prozac a los ratones, pero el representante me dijo que no, que en realidad la criatura era un depresivo que necesitaba Prozac.

 

El que más me gustó fue el que montó la firma holandesa Organon para anunciar Remeron, un antidepresivo. Representaba una pequeña tienda multicolor con puertas doradas y la cabeza de un genio.  En su interior, una joven vestida de rojo con jaspeados en el pelo sacaba fotos con una polaroid, uno por uno, a psiquiatras que llevaban esperando pacientemente, en fila, durante 20 minutos o más.  No era una foto normal, sino más bien una instantánea de tu aura, tomada, como señalaba el folleto de Organon, “con un avanzado equipo de biofeedback”.  El equipo consistía en dos pequeñas máquinas, sobre las que coloqué mis manos.  El resultado fue una foto de mi cabeza asomándose a través de una nube roja, naranja y amarilla.

 

Según el folleto, “los colores del aura informan sobre su apariencia, carácter, capacidades y energía futura”.  Después de hacerme la foto, la chica de rojo me condujo hasta otra joven vestida de amarillo y con más jaspeados todavía en el pelo. “Hola, soy Ambar”, dijo, e interpretó la foro de mi aura, que según dijo, indicaba inteligencia y buen juicio, aunque con toques de escepticismo.

 

Pregunté en privado a los representantes de Organon si creían que era una buena idea asociar a su producto con auras, magia, ideología New Age y anti-ciencia.  Me respondieron que la decisión se había tomado “en las alturas”, pero también me señalaron que la cola era el lugar ideal para entablar conversaciones breves y amistosas con los psiquiatras acerca de las virtudes del Remeron.

 

Después de todo, todo esto es un gran negocio.  Los antidepresivos y los antipsicóticos figuran entre los fármacos más vendidos en Norteamérica.  El pasado año, Prozac y Zyprexa representaron casi la mitad de las ventas totales de Eli Lilly.   Las ventas de los antipsicóticos se han cuadruplicado en los últimos cuatro años hasta superar los 4.000 millones de dólares.  Estos fármacos son una de las principales razones por las que la rentabilidad de los 11 laboratorios recogidos en Fortune 5000 “fuera casi cuatro veces superior” que la media de todas las compañías de Fortune 500 a lo largo de la década de los 90, según un informe del Public Citizen Health Research Group.

 

Puesto que los medicamentos con receta no pueden venderse directamente a los consumidores, no es de extrañar, por lo tanto, que los psiquiatras se hayan convertido en uno de los principales blancos promocionales de los laboratorios.  Se calcula que en los EEUU los laboratorios gastan en marketing entre 8.000 y 13.000 dólares por médico y año.

 

En las reuniones profesionales, por supuesto, hay que ofrecer a los psiquiatras asistentes algo más que la oportunidad de contemplar su aura.  El congreso de Berlín ofrecía 136 simposiums, además de talleres y conferencias.  De ellos, 23 estaban explícitamente esponsorizados por laboratorios; todos ellos versaban sobre psicofármacos.   Otras charlas esponsorizadas por laboratorios no desvelaban al patrocinador.

 

En cada uno de estos actos intervenían entre dos y cuatro expertos psiquiatras, a los que el laboratorio patrocinador pagaba billetes de avión de primera clase, hotel de cuatro estrellas y unos honorarios habitualmente entre 2.000 y 3.000 dólares.  Si era el experto quien organizaba el simposium, los honorarios podían ascender hasta los 5.000 dólares, y aún más si el experto presentaba resultados muy  favorables al producto de la compañía (o si al menos presentaba datos desfavorables en un tono muy favorable).  Un afamado psiquiatra norteamericano recibió el año pasado 10.000 dólares por dar una sola charla en Europa.

 

Los simposiums y los talleres sobre temas que no se relacionaban directamente con fármacos contaban con muy escaso o nulo apoyo por parte de los laboratorios.  En uno de estos simposiums, al que acudieron muy pocos asistentes, el ponente dijo sentir que su intervención era “el acto legítimo en un show burlesco, y si nos han puesto en el programa ha sido sólo para que no venga la bofia”.

 

Los honorarios y las invitaciones futuras dependen directamente de cómo presenten los resultados los ponentes.  Por ejemplo, remarcar los efectos secundarios de un producto puede costarle al ponente que no le vuelvan a llamar para futuros congresos.   Algunos de los ponentes esponsorizados por laboratorios forman parte del departamento de ponentes de la firma; muchos de ellos son accionistas y tienen por lo tanto un interés directo en que los productos de la compañía se vendan bien.

 

En último término, el blanco de toda esta extravaganza farmacéutica son los psiquiatras clínicos, que constituyen la inmensa mayoría de los asistentes a los congresos.  Aunque los organizadores nunca darán números, reconocen que los laboratorios pagan el congreso a más de la mitad de los asistentes.  La esponsorización incluye habitualmente vuelo en clase turista, hotel e inscripción, así como recepciones y fiestas especiales, alguna de ellas con bailarinas, literalmente.

 

En muchos países, los laboratorios pueden usar ahora bases de datos farmacéuticas (en las que se omite el nombre de los pacientes) para conocer las recetas que un determinado médico extiende de un determinado producto.  Así, Eli Lilly pudo esponsorizar el viaje a Berlín del dr Smith, de Detroit o Manchester, y monitorizar su patrón de prescripción a su regreso del congreso.  Si las recetas de Prozac o Zyprexa no aumentan suficientemente, un representante de la compañía puede recordarle lo bien que le trataron en Berlín.  Y además, ¿no le gustaría ir a Copenhague el próximo verano?

 

Existen claras pruebas de que la asistencia a conferencias como la de Berlín influye en las prescripciones de los médicos.  En un estudio estadounidense, un laboratorio invitó a 10 médicos a asistir a congresos “con todos los gastos pagados” en “playas famosas”.  El laboratorio monitorizó las recetas de los dos productos firmadas por los asistentes 22 meses antes y 17 después de los simposios.   Aunque los médicos habían anticipados que asistir a estos eventos no iba a influir en su patrón de prescripción, en realidad recetaron más los dos productos (un 87% de incremento en uno y un 272% en el otro).  Otros estudios han demostrado que asistir a cursos organizados por laboratorios influye en el patrón de prescripción, aunque los médicos lo nieguen.  De hecho, si no fuera así, ¿por qué iban a esponsorizar los laboratorios estas actividades?

 

¿Tiene todo esto alguna importancia?  Sí, la tiene, por dos razones.  En primer lugar, la atención a los enfermos es peor si los médicos están manipulados.  A los psiquiatras que quieren tener una idea apropiada de los medicamentos para la esquizofrenia no se les informa que ese ponente que minimiza los efectos secundarios de la Zyprexa recibe de Eli Lilly una paga de 10.000 $ y tiene además acciones de la compañía.  Tampoco saben que el ponente que asegura que Remeron mejora más rápidamente la depresión en pacientes con ideas de suicidio recibe 75.000 $ anuales de Organon por apoyar al laboratorio.

 

En segundo lugar, toda la parafernalia de los congresos aumenta el coste de los fármacos.  El salario de las intérpretes de auras o de las bailarinas simplemente se pasa a los pacientes.  El congreso de Berlín costó a los laboratorios 10 millones de dólares.   Según un informe reciente, en el año 2000 la inversión en marketing y costes administrativos de los 11 laboratorios de Fortune 500 fue casi el triple que la realizada en investigación y desarrollo (30 y 12 %, respectivamente, sobre beneficios).

 

Está claro que hay que esto tiene que cambiar.  La reforma debería comenzar en la universidad.  Como se resumía en el New England Journal of Medicine, “en la formación académica del médico debería evitarse que el estudiante adquiera la sensación de que tiene derecho a beneficiarse de la generosidad de los laboratorios”.  Habría que prohibir que los laboratorios hicieran reglaos a los estudiantes de Medicina.  Actos como las invitaciones a raciones de pizza, frecuentes en las facultades eeuuenses, pueden parecer triviales, pero establecen un patrón que permite aceptar en el futuro un viaje a Berlín.  La formación continuada que reciben los psiquiatras clínicos debería basarse en fuentes objetivas, y no en las conversaciones con visitadores o en charlas esponsorizadas por laboratorios.   En Vermont se ha dado un primer paso mediante una ley que exige que se den a conocer todos los regalos que los laboratorios hagan a los médicos por valor de más de 25 $.  El código ético de la profesión debería prohibir que los expertos que participan en ensayos clínicos o dan charlas en simposiums tengan acciones de laboratorios.  Por desgracia, la mayor parte de las organizaciones profesionales, como la American Psychiatric Association, están tan en deuda con los laboratorios que es poco probable que puedan liderar la reforma.

 

En cuanto a los conferenciantes y ponentes como los del congreso de Berlín, la solución es sencilla.  Habría que colocar en un lugar prominente, junto al estrado del conferenciante, un cartel que diga “El dr Smith ha recibido de Eli Lilly and Company por esta charla 3.500 $, billete de avión en primera clase y habitación en hotel de cuatro estrellas”.

 

 

 

 

La enfermedad de Nash ( para Jotdown)

El pasado 23 de mayo fallecieron en un terrible accidente de tráfico el matemático John Forbes Nash y su esposa Alicia Hardé. La muerte de Nash, el más famoso de los matemáticos, nos ha arrebatado la posibilidad de conocer algo más sobre una de las personalidades más enigmáticas de los últimos tiempos. Su vida se tejió entre tantos fulgores, oscuridades y contradicciones que acabaron por difuminar la esencia de un personaje que, más que a las matemáticas, debió el reconocimiento social a su recuperación de la esquizofrenia, la más grave de las enfermedades mentales.

Siendo ya famoso tras haber ganado el Premio Nobel en 1994, fue la película Una mente maravillosa dirigida porRon Howard en 2001 la que se encargó, con la potencia emocional que arrastra la imagen, de lanzarle al estrellato. Hollywood no desperdició la oportunidad de rentabilizar tan conmovedora historia y apuntalar uno de sus temas más queridos: el que trata de unir la genialidad con la locura, la capacidad creativa con los demonios personales. Así, gracias a la impostura pergeñada por Ron Howard, J. F. Nash (vía Russell Crowe) pasó a pelear por el trono de «genial orate» con el pintor Vincent Van Gogh, «el loco del pelo rojo», que siempre será para nosotros el actor Kirk Douglas. Es cierto que bajo el sufrimiento mental se atisban a veces chispas de excelsa creatividad pero esto no contradice el hecho mucho más frecuente de que la mayoría de los grandes creadores lo son pese a esa clase de problemas y no gracias a ellos.

A John Forbes Nash le dieron el Premio Nobel en 1994 cuando tenía sesenta y seis años, básicamente por una tesis doctoral de veintisiete folios presentada en 1949, a la edad de veintiún años. En dicho trabajo, con aportaciones geniales al decir de los expertos, Nash revolucionó la llamada «teoría de juegos» y la teoría económica del momento: el llamado «equilibrio de Nash» pasó a explicar lo que Adam Smith llamaba «la mano invisible de los mercados». Esos mismos expertos sostienen que muy probablemente no le hubiesen dado el Premio Nobel si no hubiese mediado su recuperación de una enfermedad mental grave.

En 1998, la escritora Sylvia Nassar, especializada en economía, publicó una biografía sobre J. F. Nash tituladaUna mente prodigiosa. Dicha biografía, realizada con un notable respeto por los hechos y un gran esfuerzo investigador pero con muchas cuestiones no resueltas sigue siendo la principal fuente de conocimiento para acercarse a saber quién fue un día J. F. Nash como persona. Nash, que no concedió ni una sola entrevista a la autora, desautorizó el trabajo de Nassar aunque sí colaboró con ella su esposa Alicia, que luego también la criticaría.

Sobre la obra de Nassar creció la película de Ron Howard, que, protagonizada por Russell Crowe, ganaría cuatro premios Óscar en 2001, entre ellos el de mejor película, y convirtió a J. F. Nash en un héroe de leyenda. John Nash y su señora se mostraron mucho más conformes con el trabajo de Howard. La película se convirtió en un emblema en el ámbito de los trastornos mentales para profesionales, familiares y enfermos. Pero la mixtificación que en la cinta se hace de la figura del matemático junto con ciertas ocultaciones de su pasado generaron un clima de desconfianza y de misterio en torno a la verdadera historia de John Forbes Nash. En palabras del crítico de cine Ángel Fernández-Santos: «un asunto tan delicado como la demencia de John Nash es una tarea que pide jugar limpio y con las cartas boca arriba. Pero Howard lo hace con las cartas boca abajo y marcadas». Los años han demostrado que Fernández-Santos aún se quedó  corto calificando el desatino ficcional del avispado cineasta Howard.

Hay tres situaciones de las que Sylvia Nassar da cumplida cuenta en su libro que Ron Howard no toca en su película y que John Nash siempre negó u ocultó: la muerte de un amigo durante la adolescencia, su presunta inclinación homosexual y la culpa que su madre le endilgó sobre la repentina muerte de su padre. El problema es que estos «olvidos» de Howard no tienen que ver con un simple maquillaje del personaje sino que niegan algo tan básico como la influencia de los acontecimientos vitales estresantes en la conducta humana y por ende, en la génesis de los problemas mentales. Nos queda así, también según Fernández Santos, «el drama de una vida vivida que se sufre bien hasta la lágrima final». La realidad es que, según Sylvia Nassar y la mayoría de coetáneos, la vida de Nash y de sus familiares transcurrió casi siempre bordeando ora el sufrimiento ora el espanto.

John Forbes Nash nació en Bluefield, Virginia occidental, en 1928. Su infancia se corresponde con la de lo que hoy llamamos «un niño superdotado» para los estudios: fáciles aprendizajes y pocos amigos. Así, en su adolescencia solo mantenía relación con dos compañeros de su edad. Un día el joven Nash, que tenía interés por la química, instaló en el sótano de su casa un laboratorio donde fabricó explosivos. No se sabe bien cómo uno de sus dos amigos se puso manipular a solas aquellos preparados. La mezcla hizo explosión y lanzó unos cristales contra el muchacho seccionándole la arteria femoral. Murió desangrado. Los padres del otro amiguete lo enviaron a una academia militar con la expresa intención de que dejase de tratarse con Nash, que tenía entonces quince años. Este episodio tan desasosegante para un adolescente no lo incluye Howard en su película. Al año siguiente, Nash se traslada al Instituto de Tecnología de Pittsburgh. Los problemas se agudizan y empieza a presentar alteraciones emocionales y conductas infantiles, llamadas «regresivas» en lenguaje técnico, sobre todo en lo que concierne a una sexualidad que vive como confusa o ambigua, algo muy típico de las psicosis. Parece ser que sus compañeros empiezan a llamarle «Homo». Pero su gran proyección como científico «genial» le permite ir salvando la cara ante las relaciones sociales, para las que se muestra muy limitado. En 1948 opta entre varias universidades que le pretenden y se va a Princeton para dedicarse a las matemáticas. Allí coincidirá con Von Neumann, padre de la teoría de juegos, con Einstein y con Oppenheimer, creador de la bomba atómica. Pero presenta excentricidades y retracciones autísticas cada vez más frecuentes. En 1949 lee su tesis doctoral que causa una gran impacto entre los matemáticos y que le reporta una fama tras la que oculta su aislamiento social. Finalizada la etapa universitaria se traslada como profesor al MIT. Allí se le conocen varias relaciones homosexuales aunque acaba estableciendo una relación con una enfermera, Elaine Stier, con la que tendrá un hijo en 1953, John David, del que se desentiende. Al poco, Nash es rechazado en la atractiva corporación RAND para científicos por «escándalo público», lo que le supone un duro golpe. Sigue dando clases en el MIT y en 1957 se casa con una de sus alumnas, una estudiante de Físicas salvadoreña llamada Alicia Larde. Poco antes de la boda los padres de John se enteran de que tiene un hijo del que no se ocupa. Su padre intenta por todos los medios que el estirado y autista profesor reconozca al pequeño John David, a lo que se niega. El padre sufre un infarto de miocardio y fallece. Su madre le acusará de ser el causante de esa muerte.

En 1958 Alicia queda embarazada y nace su primer y único hijo, John Charles.

En 1959 la esquizofrenia estalla con todos sus síntomas y Nash ha de ser ingresado en un hospital psiquiátrico casi dos meses. Creía, entre otros disparates, que le perseguían unos comunistas y que estaba destinado a ser el emperador de la Antártida. Su precaria estabilidad se desmorona. Pasa varios años entre terrores persecutorios que le llegan como alucinaciones auditivas o ideas delirantes. Son frecuentes los ingresos en hospitales psiquiátricos, algunos de ellos involuntarios, solicitados por Alicia. Le aplican los remedios de la época:electroshock, comas insulínicos y las incipientes medicaciones neurolépticas. Nada parece dar resultado. En 1962 Alicia se divorcia, aunque hacia 1970 volverá a admitir al enfermo en su casa de Princeton Junction. En la biografía de J. F. Nash aparece como crucial el papel de Alicia Lardé, la mujer que tomó las decisiones más importantes para él, su hada guardiana, la eterna cuidadora que no solo hubo de recogerle de la calle en estado casi vegetativo y soportar sus desplantes y demás alteraciones conductuales sino afrontar el hecho aún más terrible de que el hijo de ambos, John Charles, sufriese la misma enfermedad que el padre.

Russell Crowe como John Nash en Una mente maravillosa. Imagen: Universal Pictures.

Durante dos décadas, los años setenta y ochenta del siglo pasado, Nash se hunde en el autismo y en el abandono. Es un personaje marginal que pulula por el campus de Princeton, recogiendo colillas o pidiendo unos dólares. Su presencia era tolerada por respeto a su pasado. Los matemáticos más jóvenes, aunque conocían su trabajo, lo daban por «muerto». Son, sin embargo, lo que Alicia definirá como las «decádas de la vida tranquila». Así hasta 1989, año en que su conducta comienza a variar. Poco a poco vuelve a entablar diálogos coherentes y educados con la gente. Vuelve a interesarse por las matemáticas. Contacta con antiguos compañeros que asisten atónitos a su resurrección. Hasta que, una tarde de octubre de 1994, su amigo Harold Kuhn, tal vez su compañero más constante, le dice en su despacho de Princeton que a la mañana siguiente recibirá una llamada de Estocolmo donde se le anunciará que ha ganado el Premio Nobel junto con otros dos sabios: Selten y Harsanyi.

Nash recibe la noticia sin demasiado alboroto pero su vida ya no será la misma. En la ceremonia de entrega de los premios, en Estocolmo, se niega a hablar de su vida y de sus problemas mentales.

La primera vez que Nash habla abiertamente de su recuperación es en el X Congreso Mundial de Psiquiatría celebrado en Madrid en 1996. Nash pasó a ser el referente de la campaña contra el estigma social de las enfermedades mentales de la Asociación Mundial de Psiquiatría. Así lo proclamó la entonces presidenta de la WPA, la coreana Felice-Lieh-Mak, al denominarlo «símbolo de esperanza» para todos los que sufren dolencias similares.

Nash habla en Madrid de su enfermedad pero lo hace para cuestionar lo que los demás llaman recuperación. Él, en el fondo, aunque es consciente de su mejoría, no se siente recuperado porque no puede volver a trabajar en lo que le siempre le ha gustado. No puede volver a producir trabajos originales. Y a la vez hace patente el terrible dolor que sufre quien recobra la razón y recuerda los abismos visitados.

En el año 2001, tras el engolado biopic de Ron Howard, la vida de J. F. Nash sufrirá otro y aún más importante cambio. Las demandas de conferencias y de apoyo a la causa de los enfermos mentales son incontables. Se suceden los viajes de ambos, casi siempre acompañados por su hijo John Charles, también brillante matemático y también enfermo de psicosis esquizofrénica desde 1986.

John Forbes Nash visitó España con cierta frecuencia. Un servidor tuvo la oportunidad de verle intervenir en Madrid en congresos de Psiquiatría al menos un par de veces más: en el año 2006 y en el año 2008, traído porJuan José López Ibor. En el año 2007 estuvo en Santiago de Compostela para hablar de su tema, de la «teoría de juegos en economía».

Durante los últimos años el matrimonio Nash ha seguido dedicado a esparcir por el mundo ese «símbolo de esperanza» en que se transformó el Premio Nobel de Economía. Últimamente su gran preocupación era que su hijo John Charles tuviese la mejor asistencia sanitaria posible porque también sufrió un cáncer. Estaban muy involucrados en varias asociaciones de apoyo a los enfermos mentales. Alicia se convirtió en una buena portavoz de la necesidades de estos pacientes generalmente desfavorecidos por el sistema sanitario. A ese respecto es muy ilustradora la entrevista que le hizo Susan K Livio en el año 2009.

En ella Alicia enfatiza la importancia de reforzar en Estados Unidos la atención psiquiátrica a cargo de equipos de tratamiento asertivo comunitario, que fue la terapia que recibió su hijo durante los peores años de su enfermedad con buenos resultados. La salud de John Charles y, sobre todo, qué sería de él cuando ellos faltasen pasó a ser la diaria obsesión de unos padres ancianos. Y así les sorprendió la muerte.

Desde el punto de vista psiquiátrico la evolución clínica de John Forbes Nash cae dentro de los parámetros esperables. Los estudios de seguimiento de enfermos con esquizofrenia se hacen durante periodos de veinte a treinta años. Y la mayoría de ellos informan de recuperaciones en un 60-70% de los casos. Así pues el caso de Nash no es un caso raro en cuanto a la estadística aunque sí lo fue en cuanto a la forma de producirse, tras muchos años de una evolución maligna. Ello nos informa del relativo poder de predicción que tiene un diagnóstico de esquizofrenia, que no puede ser un diagnóstico definitivo ni lapidario.

En cuanto a la calidad de dicha recuperación surge la controversia. En este sentido John Nash ha sido sincero, aunque la imaginación de Hollywood se empeñase en hacerle enloquecer dos veces mostrándole como «totalmente curado». Nash siempre dijo que había mejorado pero no lo suficiente para volver a un nivel de funcionamiento similar al de los compañeros de su edad. Las veces que yo le vi y escuché en persona, y es una impresión compartida, la realidad no desmentía sus declaraciones al respecto.

Lo que la adulteración ficcional de Howard lanzó al ruedo tiene el peligro añadido de fomentar dos tópicos tan falsos como manidos en el terreno de la asistencia psiquiátrica, especialmente desde la proliferación de las redes sociales: la no existencia de la enfermedad mental y el hecho de que los tratamientos farmacológicos destruyen las neuronas. Lo que no es moco de pavo.

En la diseminación acrítica de este último meme tiene cierta responsabilidad el propio John Forbes, que afirmó en repetidas ocasiones que «desde 1977 no tomó ni un solo psicofármaco y que su curación se debió tanto al control racional de sus ideas delirantes como a los cambios hormonales propios del envejecimiento», aspectos ambos indemostrables. Es lo que su esposa Alicia englobó en su famosa frase de que «la curación se debió sobre todo a llevar una vida tranquila».

Este es uno de los momentos en los que, revisando sus declaraciones, parece que John Forbes Nash no manejó bien la fama y dejó muchos cabos sueltos en terrenos que requieren de una especial cautela a la hora de hacer afirmaciones. Como cuando hablaba de que buscando la racionalidad como ideal encontró la locura o de que la locura es un sueño del que se entra y se sale. Chorradas geniales, pero chorradas. El hecho es que ya no podremos aclarar ciertos interrogantes sobre la personalidad de Nash y sobre el verdadero alcance y duración de su dolencia. Dudas que si estuviesen resueltas evitarían muchas discusiones entre pacientes, familiares y profesionales. Y, en parte, la sombra de la duda nos acompañará porque tratábamos más a menudo con «el personaje creado por un prestidigitador que mezcló sin tino a seres reales con fantasmas interiores» (Ángel Fernández-Santos, otra vez) que con un ser humano de carne y hueso. Ya nunca sabremos cuándo actuaba John Forbes Nash y cuándo le dominaban las «esquinas sombrías de su alma».

Conocer el frío (hoy en La Nueva España)

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Fuera del sistema sanitario público hace mucho frío». (Sr. D. Faustino Blanco González, 24-9-2012)

El pasado día 4 de Junio de 2015 tuve por primera vez en mis manos el «Plan de salud mental de Asturias 2015-2020» y es que, como todo el mundo sabe, no hay mejor momento para hacer política que con el Parlamento disuelto. Es la esencia de la democracia.

Era la segunda noticia que tenía del citado plan ya que en septiembre de 2014 se me convocó, en calidad de director del área de Gestión Clínica de Salud Mental del área III, a una reunión con sus coordinadores: José María Fernández, director de asistencia Sanitaria del Sespa y Julio Bruno, director general de Salud Pública, hombres de otro tiempo. En dicha reunión la mayoría de los convocados planteamos serias objeciones a lo escriturado en el documento que, como era de esperar, tuvieron la «respuesta del eco». Nunca más volvimos a saber los responsables de las áreas sanitarias de ese proyecto.

Así hasta ahora en que surge de entre las aguas este librillo firmado por seis personas, algunas con escasa relación con la salud mental y otras a las que les ha pasado como a Fabrizio del Dongo, el personaje de Stendhal que peleó en la batalla de Waterloo pero sin saberlo.

La puesta en circulación de dicho plan parece responder a la intención de avalar los cambios que se están haciendo en el área de Oviedo y en temas de financiación del sector sociosanitario y de cuyas repercusiones negativas para la asistencia ya han dado cuenta los profesionales afectados, y que han motivado, una queja por escrito a los responsables sanitarios del área IV por parte del psiquiatra responsable del ETAC de Oviedo que tiene que hacer juegos malabares a diario para realizar la atención domiciliaria.

Pero mas allá de este uso espurio, el nuevo plan deja, a mi juicio, patente la voluntad del Consejero de Sanidad de iniciar un nuevo planteamiento en la organización de la asistencia psiquiátrica en el Principado que poco tiene que ver con el modelo de psiquiatría comunitaria auspiciado por la OMS y la gran mayoría de asociaciones científicas internacionales. Baste recordar que el 30 de marzo de 2015 Italia cerró las últimas camas psiquiátricas institucionalizadas que le quedaban: las de los hospitales penitenciarios; o que el III Congreso Europeo de Tratamiento Asertivo Comunitario celebrado en Oslo el pasado 25 de junio, acordó reclamar la implicación política del Parlamento Europeo para que legisle y subvencione la puesta en marcha en toda la UE del modelo asertivo comunitario.

La apertura de nuevos dispositivos de larga hospitalización y los planes de contratación de profesionales (19 psicólogos, 6 psiquiatras, 52 enfermeros especialistas, 15 trabajadores sociales, 4 terapeutas ocupacionales, etc.) son dos aspectos capitales del nuevo plan que merecerían una explicación muy detallada para poder comprenderlos.

Pero por donde más asoman las intenciones del Consejero Sr. Blanco es en la escasa atención que se presta al proceso de integración laboral de los enfermos (se le dedica una sola página en el plan) así como en que la incorporación del paciente, familiares y allegados a la gestión de su propio proceso terapéutico aparezca escasamente representada. Estas iniciativas están muy presentes en la mayoría de las CC AA que se precian de su sistema sanitario.

Pero la precipitada difusión del susodicho plan tiene otra consecuencia muy grave: el incumplimiento por parte de la Consejería de Sanidad del mandato que la Junta General del Principado (JGPA) en pleno le dio el día 8 de octubre de 2014 al aprobar una moción presentada por IU y UPD en la que se instaba al Consejero Sr. Blanco, «a respetar la integridad de los ETACs de Oviedo y Avilés, a mantener la filosofía de la red de salud mental comunitaria y a contar con las familias, los profesionales y los usuarios antes de promover cualquier tipo de cambio organizativo».

Dice una voz popular que «las hemerotecas son implacables». Por eso me he pasado unas cuantas horas releyendo el diario de sesiones de la JGPA, que es una fuente imprescindible para una valoración adecuada de los hechos.

El fragmento del diario de sesiones que recoge el debate que mantuvieron los días 24 y 25 de septiembre de 2014 los diputados Ignacio Prendes (UPyD) y Noemí Martín (IU), junto con Albano Longo (Foro) y Victoria Delgado Camblor (PP) con el Consejero Sr. Blanco, no tiene precio. Hacía tiempo que no leía nada tan peyorativo para el sentido común como las declaraciones del Sr. Consejero de Sanidad. Un día y por escrito, como le señaló la diputada Noemí Martín, tilda al tratamiento asertivo comunitario de ser una antigualla: «Es el modelo ideológico existente antes de la reforma psiquiátrica, que funcionando aisladamente priva a los pacientes que atiende de las prestaciones que han demostrado una mayor eficacia, una mayor efectividad en la práctica clínica» escribió el Sr. Consejero como respuesta a la primera interpelación parlamentaria. Al día siguiente, en el debate cara a cara, resultó que el tratamiento asertivo comunitario ya era una de las prácticas psiquiátricas con un nivel de evidencia científica más alto (evidencia científica 1a) en la «Guía de Práctica Clínica para el tratamiento de la esquizofrenia y el trastorno psicótico incipiente», del Ministerio de Sanidad (2009). El Sr. Consejero no pudo sino decir que los ETACs estaban siendo mimados por la Consejería y el Sespa. ¿Cabe algo que no sea un intenso pavor ante tamaño dislate?

Pero para la historia de la asistencia psiquiátrica española quedará la respuesta que el Consejero Sr. Blanco le dio al diputado Ignacio Prendes, cuando éste le insistía en que con tanto edificio con camas como quería inaugurar, sus planes para la salud mental «olían a manicomio». Se apoyaba Prendes en el hecho físicamente constatado de que los pacientes con esquizofrenia pueden sostenerse en pie sin necesidad de usar la cama más allá de lo que lo hace cualquier persona. Aquella tarde, el Consejero Sr. Blanco concluyó: «Pero quiero decir que también existen manicomios en las casas de los individuos, también existen manicomios en las casas de los individuos. Nosotros no queremos manicomios. Nosotros no queremos manicomios.» Debe quedar cumplida constancia de que el día 25 de septiembre de 2014 un consejero socialista asturiano acabó dando como argumento para abrir un dispositivo de camas de larga estancia, el que en su región había casas-manicomio y que para eliminarlas lo mejor era ingresar al paciente. De ahí que el ETAC de Oviedo sobrase. Todo ello a la par que decía «no queremos manicomios, no queremos manicomios». Una pura contradicción en los términos. Casi como en esa anécdota que cuenta el novelista Andrés Trapiello sobre cierta chica vallisoletana que mientras follaba (¿se escribe así?) furiosamente con su novio a la sombra de los pinos pucelanos le gritaba, tal vez confusa, a su amante: «¡Sácamela más adentro!, ¡Sácamela más adentro!».

El día que el Consejero Sr. Blanco dijo que en Asturias había casas-manicomio, estaba dando noticia de que tal vez al enfermo mental le bastase con comida y casa. Y que poco exaltante cabe esperar de ellos pese a que las remisiones de pacientes con esquizofrenia rondan el 70% tras treinta años de seguimiento.

El día que el Consejero Sr. Blanco habló de que en Asturias había casas-manicomio estaba balizando sin aportar pruebas los fracasos de la reforma psiquiátrica y del modelo comunitario (iniciado e impulsado por el dr. José García González). Ese modelo, que bien debiera conocer dado que fue gerente del Sespa en 1994 antes de la integración con el Insalud en 2003, es el mismo al que muchos psiquiatras, correligionarios suyos y otros que nada tienen que ver con sus ideas políticas (el primer ETAC se abrió bajo el gobierno de URAS) dedicaron y seguirán dedicando su compromiso social y profesional. Pese a quien pese.

El circo, poema de Leopoldo María Panero.

Los días 18 y 19 de Marzo se celebraron en Las Palmas las III Jornadas de la ACRP. Un éxito de público, contenidos y participación. El Gabinete Literario es un marco esplendoroso para cualquier acontecimiento social. En este caso, la clausura de las Jornadas corrió a cargo de un paciente que leyó un hermosísimo poema de Leopoldo María Panero titulado El Circo. Y la tarde canaria se volvió mágica. Y empezó a llover como uno no había visto nunca antes en el Archipiélago.

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Dos atletas saltan de un lado a otro de mi alma
lanzando gritos y bromeando acerca de la vida:
y no sé sus nombres. Y en mi alma vacía escucho siempre
cómo se balancean los trapecios. Dos
atletas saltan de un lado a otro de mi alma
contentos de que esté tan vacía.
Y oigo
oigo en el espacio sonidos
una y otra vez el chirriar de los trapecios
una y otra vez.
Una mujer sin rostro canta de pie sobre mi alma,
una mujer sin rostro sobre mi alma en el suelo,
mi alma, mi alma: y repito esa palabra
no sé si como un niño llamando a su madre a la luz,
en confusos sonidos y con llantos, o bien simplemente
para hacer ver que no tiene sentido.
Mi alma. Mi alma
es como tierra dura que pisotean sin verla
caballos y carrozas y pies, y seres
que no existen y de cuyos ojos
mana mi sangre hoy, ayer, mañana. Seres
sin cabeza cantarán sobre mi tumba
una canción incomprensible.
Y se repartirán los huesos de mi alma.
Mi alma. Mi
hermano muerto fuma un cigarrillo junto a mí.

FÓRA

FÓRA es un documental que cuenta la historia del Hospital Psiquiátrico de Conxo, en Santiago de Compostela. Dirigido por Pablo Cayuela  y Xan Gómez Viñas (2012) es una sutil reflexión sobre la Institución Total y su capacidad para impregnar a los internos con un aroma de anonimato del que era tan difícil librarse como de la propia enfermedad.

Escribe María do Cebreiro, coguionista, sobre su experiencia con el rodaje: «Los años setenta en Santiago: en aquella experiencia de liberación confluían el mayo del 68, el tardofranquismo, algunas lecturas, algunas películas. La conciencia de los errores… Y con todo, la sensación de que todo aquello valió la pena, la sensación de que todo aquello fuera digno y necesario».

Y tanto que valió la pena, María… ¡No sabes cuánto¡¡¡¡

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EL TRATAMIENTO DEL SUICIDIO EN LA PRENSA

Entre las lecturas más hermosas que uno ha hecho en los últimos años está El Contrato Factual, que Arcadi Espada y un pequeño grupo de genios rotularon hace años en su sede barcelonesa y que sigue expuesto en el portón de Can Espada. En él, entre otros proyectos, se comprometen a aplicar el método científico a todos los apartados informativos, incluso a la propia ciencia. Estas palabras me siguen fascinando porque creo que el periodismo  ha sido hostil al método científico a la hora de concretar una epistemología que le dé cuerpo. Y siempre he querido saber qué sería del propio periodismo confrontado a su imagen en el espejo de la estadística, del marmóreo SPSS, por ejemplo.

La doctora Rocío Herrera revisó con paciencia cinco periódicos durante un año. Y escrutó con más paciencia aún las noticias que tienen que ver con la llamada «conducta suicida» que es uno  de los misterios de nuestra sociedad contemporánea y la causa más frecuente de muerte no natural en España. Parte del resultado está en este artículo donde apoyada en el  poder fáctico de los datos la autora dirige el foco, por ejemplo, hacia una cuestión de tanta actualidad cómo la posible influencia de la crisis económica en la muerte autoinfligida. No hay especulación en el estudio. No podía haberla. Si acaso, el trabajo tiene varias limitaciones conceptuales que no han de obviar la necesidad de concretar y precisar aún más lo que en él se concluye: la necesidad de que el periodismo se deje anegar por el cientifismo como método de conocimiento. Y que los científicos, habitualmente recluidos en sus insondables publicaciones, tomen conciencia de que hay fenómenos que deben ser objeto de público y diario debate. Porque el suicidio sigue destrozando vidas y familias en gran parte gracias a que aterra hablar de él por temor a un efecto contagio que nunca ha podido confirmarse.

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TRIESTE, NUNCA EL MISMO DÍA.

Publicado ayer en La Nueva España

(Para mi amigo José Juan Uriarte)

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Estaba llegando a Trieste el día que leí la historia de Jujo, el hombre que el pasado día 7 de diciembre se arrojó al foso de los leones en el zoo de Barcelona. Trieste es una ciudad de unos 300.000 habitantes parecida a Barcelona: un monte cercano la protege de los fríos balcánicos y alpinos y por su ladera se desparrama la ciudad ordenada hasta acabar en las aguas frías y color turquesa del Adriático. Desde el tren se adivinaba ya en la parte alta del monte el Parco San Giovanni, la ciudad de los locos, cuando me di de bruces con la crónica que Dani Cordero había dejado en «El País»: «Historia de un desamparo». En ella, el autor explicaba que Justo José, Jujo, un guardia civil en excedencia, sufría una enfermedad mental grave, que llevaba sin tratamiento ni seguimiento algún tiempo y que había dado suficientes señales de alarma como para que se hubiese arbitrado alguna medida excepcional que aliviase tanto sufrimiento. Porque la estrafalaria vestimenta de Jujo y su delirante casa portátil, tan risibles para los «normales», no son sino pálidos reflejos de un dolor inasumible para el ser humano. Y no será porque en la ultramoderna Barcelona no haya camas manicomiales. De momento parece que ya han reforzado la seguridad de las jaulas del zoo. Cuestión de prioridades.

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Yo estaba llegando a Trieste, la ciudad donde Franco Basaglia derribó en marzo de 1973 los muros del Hospital Psiquiátrico y paseó a los enfermos que llevaban años encerrados por las calles de la ciudad a lomos de un corcel azul de madera llamado «Marco Cavallo» en una de las historias más bonitas apenas contada. Yo estaba llegando a Trieste para asistir a una reunión sobre la importancia de Basaglia en la asistencia psiquiátrica actual y para hablarles a los colegas italianos sobre cómo intentamos evitar que los pacientes graves se pierdan en las brechas del sistema de salud español y acaben poblando las filas de los «sin hogar» o arrojándose a la muerte. Nuestra receta es bien simple, austera y pragmática: «si ellos no vienen, nosotros vamos a buscarles», les conté a los colegas italianos que llevan décadas haciendo casi eso mismo. El caso de Jujo, el problema de los pacientes perdidos, un 15% de los más graves, es un problema generalizable a casi toda Europa y curiosamente es más frecuente allí donde hay más hospitales psiquiátricos funcionando. En Trieste han abierto ya su primer equipo de tratamiento asertivo comunitario, la estrategia más difundida para mantener en seguimiento a los enfermos más reticentes a ello. Se trata de un equipo de profesionales que trabajan en la calle y que se desplazan allí donde esté el enfermo. Puede conseguirse o no el fin propuesto pero el enfermo nunca quedará solo ni desconectado. Porque esa vivencia de que uno aún le importa algo a alguien es el primer paso para evitar males mayores.

Pero yo les quería hablar de Franco Basaglia y de su obra en Trieste porque gracias a su «Reforma» los enfermos mentales de todo el mundo mejoraron mucho su situación clínica y sus condiciones de vida. Desde 1978, en que Basaglia, Franco Rotelli, Pepe Dellacqua y compañía lograron el cierre definitivo del Hospital Psiquiátrico San Giovanni, Trieste no ha dejado de ser un referente mundial para los interesados en conocer esa experiencia tan saludable. En Trieste hace años que dejaron de contar camas porque quieren a los esquizofrénicos de pie, trabajando y viviendo en sus casas, como cualquier ciudadano.

Franco Basaglia murió en 1981, a los 57 años de edad, víctima de un tumor cerebral. Llama la atención la trascendencia e impacto mundial de su legado comparado con el exiguo respeto que le sigue prestando la psiquiatría oficial. Él solía decirlo a menudo: » Si a los catedráticos no les importan ni los enfermos, ¿por qué vamos a importarles los profesionales?». Sobre su vida se han contado muchas mentiras y medias verdades casi siempre tendentes a oscurecer al personaje: que si era un comunista disparatado, que si era antipsiquiatra, que si era un técnico indocumentado? La realidad es más gris y más simple que todo esa letanía de descalificaciones que, a la postre, le han dado a Basaglia un halo de héroe romántico. Porque la realidad no se construye. Y menos cuando tenemos cartas, fotos y documentos, fósiles de los hechos y de los sentimientos. Olvidar a Basaglia es un mandamiento de la Academia porque mostró que el saber y la capacidad de transformación de la asistencia psiquiátrica crecían más y mejor fuera de las universidades. La realidad es que la obra de Franco Basaglia, un socialdemócrata moderado, fue posible gracias al apoyo incondicional de Michele Zanetti, un político democristiano. La realidad es que Basaglia en varias entrevistas se niega a que se le encasille como militante de la antipsiquiatría anglosajona. La realidad es que la reforma psiquiátrica de Basaglia, la temida salida de los locos a la calle, no partió de otra cosa que no fuera la rebelión de unos médicos con escrúpulos contra las patéticas y brutales condiciones de vida en las que se atendía a los enfermos mentales. Hablamos de Gorizia y de Trieste hacia 1970, hablamos de miseria y olvido a manos llenas. Y dudo que un solo paciente saliese del Hospital de Trieste sin haberle habilitado previamente una estancia alternativa normalizada. Recomiendo a quien dude de estas frases que visite cualquier manicomio español o centro asimilado. Y que piense lo que podría ser aquello hace 50 años.

La ponderada y rigurosamente planificada propuesta de Basaglia supone un desafío a la solidaridad social y sobre todo a los profesionales porque a los enfermos mentales es suficiente con no verlos para olvidarlos. Eso es bastante más fácil que tener que pensar en cómo estabilizar a Jujo casi a diario. Y seguir a su lado pese al fracaso reiterado.

La mejora en las condiciones de vida de los enfermos lograda en los últimos años ha ido pareja a la mejora en los tratamientos de todo tipo y a un gran avance en sus derechos tantas veces conculcados. Con todo, nada está ganado. La política psiquiátrica casi siempre ha estado guiada por el miedo, el ahorro y una profunda desconsideración hacia los enfermos más indefensos. En la situación actual, con todo el conocimiento ganado sobre el horror del pasado no podemos volver a ser cobardes. Como dice Frank Furedi: el único motivo para tener miedo es la cultura del miedo. Una cultura que cobija poderosas industrias, como ya se sabe.

CODA: La historia de Franco Basaglia y la Reforma Psiquiátrica italiana apenas si han tenido presencia en el mundo editorial español. En el cine, la película «La mejor juventud» (2003), de Marco Tullio Giordana, ha logrado reproducir el clima que provocó Basaglia en aquellos maravillosos años. Pero ha sido la película «Érase una vez la ciudad de los locos» (2009), dirigida por Marco Turco, la cinta que mejor cuenta la aventura de Trieste. Desde este año la citada película puede verse íntegra en Youtube con subtítulos en castellano.

MOCIONES Y PREGUNTAS

ES UN ORGULLO HABER CONSEGUIDO QUE TODOS LOS GRUPOS PARLAMENTARIOS DE LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS HAYAN APOYADO ESTA MOCIÓN CONJUNTA DE IZQUIERDA UNIDA Y DE UNIÓN, PROGRESO Y DEMOCRACIA

A LA MESA DE LA JUNTA GENERAL DEL PRINCIPADO DE ASTURIAS.

El Grupo Parlamentario de Izquierda Unida y el Grupo Parlamentario Mixto a través de sus Portavoces, Don Manuel Aurelio Martín González y Don José Ignacio Prendes Prendes al amparo de lo previsto en el artículo 208 del Reglamento de la Cámara, tienen el honor de presentar la moción subsiguiente a las siguientes Interpelaciones urgentes:

De la Diputada del Grupo Parlamentario de Izquierda Unida doña Noemí Martín González al Consejo de Gobierno sobre política en materia sanitaria y, más en concreto, en materia de salud mental (09/0182/0268/12466); y del Diputado del Grupo Parlamentario Mixto don José Ignacio Prendes Prendes al Consejero de Sanidad sobre política en materia de salud mental y, más en concreto, sobre los planes para los Equipos de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) de Oviedo y Avilés (09/0182/0269/12469) para su debate en el Pleno.

MOCIÓN

 

1º.- La Junta General del Principado de Asturias insta al Consejo de Gobierno a garantizar el diálogo y la participación efectiva de los profesionales y de las asociaciones concernidas en la elaboración del nuevo Plan de Salud Mental.

2º.- La Junta General del Principado de Asturias considera necesaria la continuidad del denominado “Modelo Avilés” de atención a las personas con trastorno mental severo, y en consecuencia apoya el mantenimiento de los Equipos de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) de Avilés y Oviedo.

3º.-. La Junta General del Principado de Asturias insta al Consejo de Gobierno a garantizar que la apertura del nuevo Centro de Atención Integral en Salud Mental de la Corredoria no suponga, en ningún caso, desvirtuar, limitar o reducir el trabajo que vienen desarrollando otros recursos ya existentes y que cuentan con un alto grado de valoración y reconocimiento por parte de usuarios, familiares y profesionales, como es el caso del Equipo de Tratamiento Asertivo Comunitario (ETAC) de Oviedo.

Palacio de la Junta, 26 de septiembre de 2014

Fdo. Manuel Aurelio Martín González               Fdo. José Ignacio Prendes Prende PORTAVOZ                                                         PORTAVOZ

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